Para nosotras desde hace algunos años el verano tiene tres factores comunes:
1. El calor. En verano como que no apetece mucho encender el horno, la verdad. Además, el fondant se vuelve chicle, el chocolate se derrite y todo es un asco…
2. Los niños. Con el colegio se termina el desahogo, y comienza el: “¿qué haces?”, “¿me das un poco?”… o mucho peor, el terrorífico: “¿te puedo ayudar?”.
Porque es muy divertido hacer galletitas con tus hijos, hasta que empiezas a ver chocolate en las cortinas, un rastro de azúcar por el pasillo, o masa que desaparece antes de llegar al horno… (quiero pensar que se la comen, y no que la han ido metiendo en la lavadora o sabe dios dónde…)
3. La lluvia. Esto es Asturias, y lo tenemos asumido. Aquí llueve a menudo, y los días de lluvia el punto 1 y el 2 se vuelven agobiantes, todos metidos en casa sin saber qué hacer!!
Así que la receta de hoy va a conjugar estos tres factores: sencilla, divertida y fresquita. Porque, a qué niño no le gustan las gominolas?
Aprovechamos un día sin playa, cogimos a las niñas, y nos metimos en la cocina con todos estos ingredientes:
– 20 gr. de gelatina neutra
– 85 gr. de gelatina de fresa, o del sabor que más os guste (para que sea más natural también se puede sustituir por gelatina neutra con zumo o puré de frutas, pero es que nosotras ese día estábamos bajo mínimos…)
– 200 gr. de azúcar
– 300 ml. de agua
Calentamos el agua, y un momentito antes de que empezara a hervir fuimos echando la gelatina. Primero la neutra y luego la de sabor. Por último el azúcar. Removimos bien para que se disolviera todo.
Retiramos del fuego y batimos la mezcla hasta que quedó esponjosa. Luego la fuimos sirviendo en moldes previamente engrasados con aceite (de girasol, que no deja sabor), para que fueran más fáciles de desmoldar. Fue todo un cuadro ver a las niñas untadas en aceite, ellas untando a su vez los moldes!!
Dejamos reposar a temperatura ambiente para que solidifique. Nosotras las dejamos una noche entera, aunque supongo que bastan unas horas (o el rato que puedas soportar a los niños preguntando: “¿las podemos sacar ya?”, “¿cuanto falta?”, “¿ya están?”). Entonces las desmoldamos con cuidadito y las rebozamos en azúcar (las gominolas, no las niñas… aunque el resultado fue el mismo, jajaja!!)
Ya veis, más fácil imposible, y el resultado realmente tentador.
Ayyy quién tuviera unos años menos para poder comérselas sin ruborizarse!! (bueno, es un decir, yo me las comí de todos modos, jejeje)
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